Este cuento nos invita a conocernos, a identificar nuestras emociones y nos cuenta la historia de la relación entre el amor y la locura.
Se desconoce el autor de este cuento. Este cuento no pertenece al escritor, poeta, dramaturgo y periodista uruguayo Mario Benedetti (Paso de los Toros, Uruguay, 14 de septiembre de 1920-Montevideo, Uruguay, 17 de mayo de 2009), cuyo nombre de nacimiento es Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia. En realidad, no se sabe quién copió el cuento (su autor es desconocido) y por eso lo pusieron como que es de Mario Benedetti (por alguna razón). Pareciera que es de Mariano Osorio, aunque sigue la polémica si es de Mario Benedetti o Jorge Bucay. Este cuento es intitulado: El juego del escondite, del amor y de la locura.
Cuento
Hay ciegos que pueden ser buenos guías
El juego del escondite, del amor y de la locura
Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y las cualidades de los hombres, y ocurrió cuanto sigue:
Cuando el aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso:
—¿Jugamos al escondite?
La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:
—¿Al escondite? ¿Cómo se juega?
—Es un juego —explicó la locura— en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar.
La verdad prefirió no esconderse —¿para qué?, si al final siempre la encontraban—. Y la soberbia opinó que era un juego muy tonto —en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había salido de ella y fuese suya— y la cobardía prefirió no arriesgarse.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...— comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Así se le ocurrió: que si un lago cristalino para la belleza; que si el bajo de un árbol perfecto para la timidez; que si el vuelo de la mariposa para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento para la libertad... Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero solo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos —esto no es verdad, en realidad se escondió detrás del arcoíris—, y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.
El olvido no recuerdo dónde se escondió, pero esto no es lo importante.
Cuando la locura contaba 999 999, el amor todavía no había encontrado un sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, estremecido, decidió esconderse entre sus flores.
—Un millón— contó la locura, y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la pereza, solo a tres pasos de la piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología. Y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo.
Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo; él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un enjambre de avispas.
De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago, descubrió la belleza.
Y con la duda, resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos: el talento entre la hierba fresca; la angustia en una oscura cueva; la mentira detrás del arcoíris, y hasta el olvido, el cual ni se acordaba de que estaba jugando al escondite. Pero solo el amor no aparecía por ningún sitio.
La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y las rosas... y tomó una horquilla, comenzó a pinchar en el corazón de las rosas y de pronto escuchó un grito. Las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró y hasta prometió ser su lazarillo.
—¿Jugamos al escondite?
La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:
—¿Al escondite? ¿Cómo se juega?
—Es un juego —explicó la locura— en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar.
La verdad prefirió no esconderse —¿para qué?, si al final siempre la encontraban—. Y la soberbia opinó que era un juego muy tonto —en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había salido de ella y fuese suya— y la cobardía prefirió no arriesgarse.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...— comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Así se le ocurrió: que si un lago cristalino para la belleza; que si el bajo de un árbol perfecto para la timidez; que si el vuelo de la mariposa para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento para la libertad... Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero solo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos —esto no es verdad, en realidad se escondió detrás del arcoíris—, y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.
El olvido no recuerdo dónde se escondió, pero esto no es lo importante.
Cuando la locura contaba 999 999, el amor todavía no había encontrado un sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, estremecido, decidió esconderse entre sus flores.
—Un millón— contó la locura, y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la pereza, solo a tres pasos de la piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología. Y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo.
Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo; él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un enjambre de avispas.
De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago, descubrió la belleza.
Y con la duda, resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos: el talento entre la hierba fresca; la angustia en una oscura cueva; la mentira detrás del arcoíris, y hasta el olvido, el cual ni se acordaba de que estaba jugando al escondite. Pero solo el amor no aparecía por ningún sitio.
La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y las rosas... y tomó una horquilla, comenzó a pinchar en el corazón de las rosas y de pronto escuchó un grito. Las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, el «amor» es ciego y la «locura» le acompaña siempre.
Fin.
De la revista Misión Joven, n.º 266: Perdón y reconciliación, marzo de 1999.
Referencias
- Cuaderno Joven (marzo de 1999). «El juego del escondite, del amor y de la locura». Misión Joven, (266).
- http://www.misionjoven.org/Default_.asp.
- http://www.misionjoven.org/Portadas/Ampliacion.asp?IMG2=Marzo1999.
- http://www.misionjoven.org/Sumarios/sumario.asp?IMG2=266.
- http://www.misionjoven.org/CuadernoJoven/Default.asp?ANO=99&MES=03&NUM=266.
- http://www.pastoraljuvenil.es/perdon-y-reconcialiacion/.
- Prieto Ramiro, Rafael. (2000). «Febrero, 25: Octavo domingo (Tiempo ordinario)». En «Pasó lo viejo»: 2... | Empezamos de nuevo: 001 | Adviento y Navidad, 2000. Madrid, España: Cáritas Española. pp. 250-252. ISBN 84-8440-229-0. Recuperado de la base de datos Google Libros. Consultado el 16 de septiembre de 2015.
- Betancourt Sánchez, Luis Fernando. (2006). «CAPÍTULO III: “Agua clara para refrescar el amor y la amistad”». En Agua del torrente (1.ª edición). Bogotá, Colombia: Editorial San Pablo. pp. 175-176. ISBN 958-692-906-X. Recuperado de la base de datos Google Libros. Consultado el 16 de septiembre de 2015.
- Betancourt Sánchez, Luis Fernando. (2007). «Viniste como amigo». En Aire puro para el amor y la amistad. Bogotá, Colombia: Editorial San Pablo. pp. 86-91. ISBN 958-692-882-9. Recuperado de la base de datos Google Libros. Consultado el 27 de septiembre de 2018.
- Cuaderno Joven (2 de mayo de 2011). «El juego del escondite, del amor y de la locura» [archivo PDF]. INPAS. Consultado el 27 de septiembre de 2018.
Bibliografía
- Cuaderno Joven (marzo de 1999). «El juego del escondite, del amor y de la locura». Misión Joven, (266).
- Prieto Ramiro, Rafael (2000). «Febrero, 25: Octavo domingo (Tiempo ordinario)». «Pasó lo viejo»: 2... | Empezamos de nuevo: 001 | Adviento y Navidad, 2000. Madrid, España: Cáritas Española. ISBN 84-8440-229-0.
- Betancourt Sánchez, Luis Fernando (2006). «CAPÍTULO III: “Agua clara para refrescar el amor y la amistad”». Agua del torrente (1.ª edición). Bogotá, Colombia: Editorial San Pablo. ISBN 958-692-906-X.
- Betancourt Sánchez, Luis Fernando (2007). «Viniste como amigo». Aire puro para el amor y la amistad. Bogotá, Colombia: Editorial San Pablo. ISBN 958-692-882-9.
Enlaces externos
- https://bitly.com/.
- http://ponce.inter.edu/cai/manuales/APA-LIBROS-ELECTRONICOS.pdf.
Faltan palabras para describir lo maravilloso que es esta joya que escribio
ResponderEliminarM. Benedetti